Una historia sobre la necedad de la crianza de la generación Z

Las relaciones que forman los jóvenes en el mundo digital suelen ser opacadas por una visión alarmista y normativa de cómo deben ser las relaciones interpersonales.

por Estefanía Vela

“¡Por estar en el celular!” es el regaño que comúnmente escucha la generación Z por parte de sus cuidadores primarios. Dentro de esta simple oración se esconde un mundo de sesgos acerca de la tecnología, agravados por una brecha generacional en las habilidades de uso. En esta frase se puede apreciar una diferencia marcada entre la forma en que la generación X y la generación Z concibe la tecnología, una distinción que permite entrever un discurso muy difundido a nivel cultural: el determinismo tecnológico. Este análisis propone que la razón principal por la que el determinismo tecnológico prolifera en la sociedad es la brecha digital que existe entre los padres de la generación Z y sus hijos.

A menudo, cuando no entendemos cómo funciona la tecnología, solemos atribuirle cualidades místicas y un poder casi omnipotente sobre el ser humano.

Es imperante entender cuál es el mensaje entre líneas de la frase descrita previamente. Como lo ha esclarecido la teórica Nancy Baym con otros ejemplos: “He was the passive recipient transformed by an outside force” (2015, p. 25). A menudo, cuando no entendemos cómo funciona la tecnología, solemos atribuirle cualidades místicas y un poder casi omnipotente sobre el ser humano. En este caso, los padres suelen tener una tendencia a pensar que la tecnología causa dolencias y adicciones incontrolables en los jóvenes que las usan. Esto es lo que se describe como determinismo tecnológico, el pensar que la tecnología moldea a la sociedad. Se señala la causa en una sola cosa en lugar de observar el contexto completo.

A pesar de que en algunos sentidos las preocupaciones de los padres pueden aparecer justificadas por las posibilidades de abuso que brindan las redes sociales (delitos cibernéticos, virus, catfishing, etc.) y que los medios tanto reportan, estos miedos siguen estando enraizados en el discurso determinista que minimiza el poder de decisión del humano sobre la tecnología. Como explica Baym, “the communication about the technologies becomes more important than the technologies in shaping the uses and effects of new media” (2015, p. 41). Así, estas narrativas han moldeado los usos de la tecnología de parte y parte por los usuarios. Padres encuentran formas de controlar el uso, e hijos encuentran formas de romper estas limitaciones.

Con ánimos de contextualizar la experiencia de los padres con la tecnología, se puede hacer una comparación. Los padres, ahora de mediana edad, se han visto retados con la aparición del internet. Para ellos, era una forma de comunicación totalmente nueva que implicaba un conjunto de habilidades totalmente diferentes a las que poseían. El haber crecido con máquinas de escribir y televisiones no los había preparado. Como explica Ragnedda: “Users are constantly asked to update and improve their skills in order to feel comfortable in the network society (Van Dijk and Hacker, 2003) and to become full citizens. Indeed, users, once passed the first level of digital divide, may experience different levels of digital inclusion.” (2019, p. 6)

A diferencia de ellos, sus hijos crecieron con estas nuevas tecnologías y se adaptaron a su uso rápidamente. Esto causó que estas herramientas empiecen a ser diseñadas pensando en su uso y no en el de sus padres. Hoy por hoy existen tabletas para infantes y teléfonos inteligentes para niños.

Aquí es donde entra el concepto de affordances como lo describe Hutchby: “affordances are functional and relational aspects which frame, while not determining, the possibilities for agentic action in relation to an object” (2001, p. 444). Este concepto es importante porque matiza la tesis del determinismo tecnológico. La tecnología no controla al ser humano ni moldea su comportamiento en sociedad por sí misma. En realidad, el efecto de esa tecnología depende de la relación que el usuario establezca con ella, dentro de un contexto social más amplio. Así, podemos decir que la visión alarmista de los padres respecto a las nuevas tecnologías está vinculada a su desconocimiento sobre su funcionamiento y a la desigualdad en las habilidades de uso.

Para una persona que no está familiarizada con el diseño del internet, los diferentes affordances pueden parecer invasivos. Las notificaciones son incontrolables, las reacciones y los me gusta no tienen un significado tangible. Al moverse en un entorno tradicional, en empleos que en su mayoría no han migrado a las redes sociales, la exposición en estas plataformas no es valiosa, o al menos no en la medida en la que puede afectar a personas más jóvenes. Además de esto, existen impedimentos físicos con el uso de dispositivos inteligentes. La forma en la que se usaban las máquinas de escribir no está traducida a cómo se escriben mensajes de texto (haciendo uso casi exclusivo de los pulgares). Otra limitación puede ser la salud visual, la mayoría de adultos de mediana edad muestra inicios de presbicia que afectan la forma en la que pueden interactuar con pantallas.

Es esta brecha en las posibilidades de uso la que agrava la percepción determinista de la tecnología. Al venir de una era mayoritariamente análoga, en donde las cosas son irreversibles, se forma una barrera de miedo para aprender a usar el internet e involucrarse en la cultura digital. “All these forms of access can create or reinforce divides in the online experiences and, eventually, affect the tangible outcomes users can get from the Internet” (Ragnedda, 2019, p. 7). En los jóvenes, el uso es distinto. Ellos crean el lenguaje usado predominantemente en redes, son el público objetivo para el diseño de nuevos affordances y quienes domestican la tecnología.

Por otro lado, el entendimiento de los padres sobre la tecnología promueve una sospecha sobre las relaciones digitales. Para ellos, resultan menos valiosas y significativas que las físicas. Esto puede ser explicado como “at the core of most, if not all, of the rhetorics about mediated forms of personal connection is a persistent sense that mediated interaction and the relationships sustained through it are not real.” (Baym, 2015, pp. 29–30). En este contexto, las relaciones que forman los jóvenes en el mundo digital suelen ser opacadas por una visión alarmista y normativa de cómo deben ser las relaciones interpersonales. Aquí es cuando nos damos cuenta de que entender las redes sociales e internet es un proceso mucho más complicado que solo explorar el software.

Las relaciones que forman los jóvenes en el mundo digital suelen ser opacadas por una visión alarmista y normativa de cómo deben ser las relaciones interpersonales.

Como sugiere Ragnedda para concatenar todos estos pensamientos: “Indeed, without the “right” social, political, cultural and economic environment in which to grow and rely to amplify the benefits offered by the digital environment, most of the opportunities opened up by the Internet are not completely exploited.” (2019, pp. 8–9). La brecha digital presente en las personas de mediana edad agrava el entendimiento y adopción de estas nuevas tecnologías, lo que provoca que la primera reacción sea el miedo manifestado en discursos de determinismo tecnológico. Los padres no están del todo errados al temer los peligros del abuso del internet, pero las soluciones deben dejar el discurso dicotómico (bueno o malo) acerca de la tecnología. La tecnología no moldea la sociedad ni la sociedad moldea la tecnología, la relación que comparten es bidireccional y mutua.

Referencias

Baym, N. (2015) Personal Connections in the Digital Age. Polity Press.

Hutchby, I. (2001). Technologies, texts and affordances. Sociology 35 (2):441–456.

Ragnedda, M. (2019) ‘Conceptualising the digital divide’. In: Mapping Digital Divide in Africa: A Mediated Analysis. Amsterdam University Press, pp. 27–44.

Este ensayo fue escrito para la clase “Internet, cultura y sociedad” de Colegio Común COCOA.

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