por Raine Canelos
Esta semana tuve un encuentro importante con el algoritmo de TikTok. Por lo general, publico poco contenido relacionado a mi trabajo de arte digital o a mi identidad como artista. Por esto, sé que las visitas y los likes que recibo no son muchos. Hay otras cuentas cuentas que en cambio sí juegan con el algoritmo y publican dos o tres veces a la semana, si no más. Yo entiendo esto bien y como no es una plataforma que me genera trabajo, no tengo interés en aprender cómo funciona. Esto era así hasta el sábado, cuando publiqué un video de un dibujo mío de un personaje azul y de fantasía. Este video en específico había resonado con el algoritmo, y explotó en visitas y likes. Por lo general, mis videos tienen el mismo formato, por lo cual la técnica de este video no era muy distinta. ¿La única diferencia? El sonido que escogí para el video era un audio viral.
Como explica Tarleton Gillespie, este encuentro con el algoritmo se trata del juego en el que participan los creadores de contenido para ser “algorítmicamente reconocibles” (2014, p. 15). Ese deseo de que el algoritmo te reconozca y que tu actividad se sume a algo más grande. Aquellos usuarios que interactúan saben que esto incrementa la posibilidad de ser destacados, porque contribuye al juego del algoritmo.
Es como una burbuja de jabón que cautiva la mirada al formarse, flota por el aire y probablemente otros la miren, pero el tiempo de la burbuja está contado y si se extiende un poco más allá de algunos segundos, muere en el aire.
Me parece interesante que otros de mis videos tienen mayor valor de producción, pero los sonidos y efectos que usé simplemente no resonaron con lo que es “viral”. Desde la perspectiva de los creadores de contenido, el juego del algoritmo consiste en aportar a que un concepto o un trend tenga mayor viralidad y puedas usarlo en el largo plazo con la intención de ser algorítmicamente reconocible. Se trata de la optimización y manipulación del algoritmo para beneficio propio. “Existe un impulso poderoso y comprensible para que los productores de información hagan que su contenido, y que ellos mismos, sean reconocibles por un algoritmo”, sugiere Gillespie (2014, p. 15).
El algoritmo es inútil sin aquellos que le proporcionen información. Uno sabe que un trend funciona mientras a más personas les resulte entretenido o fácil de usar. Sin embargo, la relevancia de un trend es pasajera, un momento flotante, ya que la repetición de un mismo tipo de contenido aburre y los usuarios buscarán algo más con qué entretenerse. Es como una burbuja de jabón que cautiva la mirada al formarse, flota por el aire y probablemente otros la miren, pero el tiempo de la burbuja está contado y si se extiende un poco más allá de algunos segundos, muere en el aire.
Admito ser parte del algoritmo, ya que es imposible no serlo. Mi video de TikTok no habría explotado si hubiera usado el sonido que yo quería, en lugar de usar la canción que vi que otros creadores de arte digital estaban usando. El usuario no es tonto. Tenemos un poder sobre el algoritmo al proporcionarle validez como colectivo. La legitimación del algoritmo es medible por nuestros likes, shares y comentarios, y los usuarios de TikTok sabemos bien cómo funciona este dar y recibir en el encuentro con el algoritmo.
Debo admitir que el rush de serotonina al ver los números crecer por cambiar un aspecto de mi contenido fue estimulante. Incluso diría que me motivó a empezar a generar contenido de forma más constante. Por más de que soy consciente del efecto del algoritmo y de nuestra ilusión de entender cómo funciona la caja negra, no puedo negar que me gusta saber cómo puedo usarlo para mi beneficio. No puedo manipularlo yo sola. El algoritmo de TikTok es como el agua del océano: uno nunca podría tener el poder para controlar una sola ola por sí solo. Es un trabajo que se refuerza en el colectivo. Es una fuerza que te ayuda a salir a mar abierto, o ahogarte en el proceso.
Referencias
Gillespie, T. (2014). ‘The Relevance of Algorithms’ en Media Technologies: Essays on Communication, Materiality, and Society, T. Gillespie, P. Boczkowski and K. Foot (eds.) MIT Press.
