por Kerly Meneses
Por lo general, entrar a redes sociales puede ser algo abrumador debido a la gran cantidad de información que tenemos a nuestro alcance. Sobre todo, cuando ya no es fácil reconocer qué es cierto y qué no. Personalmente, no comparto muchas noticias en mis redes sociales, e intento buscar fuentes confiables de información, lo que para mí se traduce en medios como GK, Wambra y El Comercio. Hoy cualquier noticia o post puede tener cierto nivel de desinformación, por lo que trato de compartir contenido que provenga de una “fuente confiable”. Así también intento asumir mi responsabilidad respecto a la desinformación, pues como menciona la investigadora Claire Wardle, “cada vez que aceptamos información pasivamente sin volver a revisar, o compartimos una publicación, imagen o video antes de hacer una verificación estamos aumentado el ruido y la confusión” (2017).
La desconfianza y la incredulidad son armaduras con las que los usuarios deben prepararse antes de entrar a cualquiera de las plataformas de redes sociales, ya que no siempre somos conscientes de las múltiples formas en las que la desinformación puede presentarse. Wardle (2017) menciona siete tipos: sátira o parodia, conexión falsa, contenido engañoso, contexto falso, contenido impostor, contenido manipulado, contenido fabricado. Sin embargo, esta armadura empieza a fallar cuando encontramos noticias que apelan a nuestros intereses, creencias o posturas. Tengo que admitir que cuando encuentro alguna noticia, video o imagen que encaja con mi sistema de creencias, me precipito a compartirlo sin antes reflexionar sobre si podría estar compartiendo información falsa. En estas ocasiones, más bien evito compartir información que pueda provocar ataques o reacciones negativas en mi contra, debido a la poca tolerancia que existe hacia las opiniones distintas en internet.
Según Adriana Amado y Silvio Waisbord, “cuando la comunicación es contraria a la civilidad y el diálogo en la diferencia, las identidades segmentadas y las facciones de la comunicación potencian la expresión pública, pero también la hostilidad y la intolerancia hacia múltiples Otros” (2017, pp. 103–104). De esta manera, las plataformas digitales se convierten en espacios hostiles, en donde una comunicación democrática está muy lejos de ser alcanzada, y dónde el diálogo potencia una reafirmación de las convicciones de cada individuo, esto debido a que nadie está dispuesto a aceptar una opinión distinta a la suya, por lo que llegar a un consenso parece casi imposible e incluso utópico.
En la actualidad, al desplazarnos por el mundo de la información, es importante tener en cuenta que mucho de lo que nos encontramos no está basado en datos o hechos, sino más bien en las certezas de los usuarios. De acuerdo con Adriana Amado y Silvio Waisbord, “es posible pensar la verdad como resultado de disputas por la definición de la realidad sin abandonar su búsqueda como proyecto común” (2017, p. 104). Esto sugiere que más allá de buscar consensos que a veces incluso se quieren imponer a la fuerza, debemos aceptar las diferencias y el conflicto como parte del ecosistema de información y ser más críticos respecto a la información que asimilamos como verdadera, para lo cual debemos atrevernos a desafiar también nuestros intereses, convicciones y creencias.
Referencias
Amado, A. y Waisbord, S. (2017). La comunicación pública: mutaciones e interrogantes. Nueva Sociedad N° 269, mayo-junio. ISSN: 0251–3552, www.nuso.org
Wardle, C. (2017) Noticias falsas. Es complicado. First Draft. https://firstdraftnews.org/articles/noticias-falsas-es-complicado/
